Cada
día que pasa de Enero, ajos que deja de recoger el “ajero”.
Este
dicho popular que me enseño “el de Toledo”, deja muy claro que los ajos han de
plantarse a finales de diciembre como muy tarde. Pues bien, he aquí una nueva
falacia hortícola que vamos a desenmascarar junto con otros detalles de nuestros queridos ajos.
A
quién no le gusta una buena ensalada con ajo o unas patatitas a lo pobre
rehogadillas con esos ajitos que nos recuerdan la comida durante toda la tarde.
Nos encontramos ante uno de los predilectos del hortelano iniciado, el ajo, que es
casi tan tonto como las matas de habas y por ende las habas.
Lo
único que precisa el ajo es una tierra muy suelta y sí, da lo mismo que se
plante pasados unos días de enero e incluso febrero, que mucho antes, por
ejemplo a finales de octubre. Los ajos bien formados los tendremos antes o
después, pero los tendremos.
Todo
se reduce a separar tantos dientes de ajo como cabezas queramos obtener,
hundirlos en la tierra mullida con el dedo un par de centímetros como mucho y separados entre si no mas de 10 cm, NO
APRETAR la tierra, y dejarlos crecer. La humedad del invierno hará el resto.
Hay
varias teorías sobre si se ha de pisar o no el tallo para que engrosen las
cabezas, pero según mi experiencia, lo único que hace que éstas sean mas o
menos grandes (además de la variedad de ajo por supuesto), es que la tierra
esté mas o menos suelta.
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